martes, 22 de septiembre de 2009

Día de sol en Tandil

Es un día de sol en Tandil pero él no lo sabe, lleva mas de 8 horas encerrado en el quirofano luchando por esa vida con la muerte.
Su corazón late muy rápido y esta cansado, pero no hay espacio para las vacilaciones ni para la indecisión, bien sabe que un error, un mínimo descuido, cualquier desliz podría costar la vida de Laura.
La dama de negro hace sentir su presencia en la sala y la angustia hace presas facilmente, pero el no puede detenerse en esos detalles, él tiene que cortar, limpiar, suturar, controlar la presión sanguínea, ver que su equipo no falle, sabe que un error de cualquiera de ellos sería en definitiva su falla.
Finalmente, no sin una última protesta, la muerte se resigna y le da por ganada la batalla a la vida. Nuestro héroe se relaja aunque no demasiado, realiza las maniobras finales, limpia por última vez lo que en un tiempo será una cicatriz, administra el anticéptico y se encomienda a Dios, puesto que a partir de ahora, de El depende.
No puede negar que siente satisfacción. A pesar del tremendo cansancio, del agotador estres que acaba de victimizarlo, esta noche dormirá muy bien.
Su egreso del hospital como todos los días es coronado por la sonrisa triste y cansada de Julia, la recepcionista y por los rostros de los familiares de Laura.
Afuera es el pandemonio, miles de personas cantan, agitan banderas argentinas, gritan, él no entiende que sucede hasta que vislumbra en el horizonte un carro de Bomberos que hace sonar como nunca sus bocinas aunque no haya ningún incendio. Distingue sobre el carromato la figura de su vecino tenista y repentinamente recuerda, Del Potro volvió a la ciudad
Elige una calle lateral y en silencio, en absoluta soledad se va a su casa.

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